lunes, 24 de febrero de 2014

Aprieta y la rosca cruje.

    Se escogen un tornillo y una rosca , donde enroscar el tornillo, al azar. Se pretende unir dos piezas que no tenían porque unirse pero algo les empuja a hacerlo. ¿Qué les lleva hacia esa unión, perturbando así su feliz e individual existencia?  La fuerza externa, quizás el destornillador; empieza a enroscar el tornillo siempre que la rosca ceda. La rosca cede porque en el fondo también quiere formar parte de un todo con el tornillo, pero claro ambos (rosca y tornillo) no son nada sin esa fuerza externa. Lo bonito viene cuando una vez que el tornillo ha encajado perfectamente, esa fuerza externa quiere más y más; de esta forma continua forzando la rosca para que encajen más perfectamente, aunque esa perfección sea una mera ilusión de la fuerza externa. Al final pasa lo que siempre pasa con estas cosas. Por última vez, aprieta y la rosca cruje. 

    P.D.: No hemos contemplado la opción de que el tornillo no encaje en la rosca, aunque es bien sabido que si el tornillo y la rosca no encajan, la fuerza externa los obliga a encajar quedando así una unión no natural y destinada a la destrucción por su falta de facilidad en el encaje. 

    Ahí os quedáis, pispaos.